西语童话:Lacasavieja(2)
Los pomos de latón de la barandilla de la escalera brillaban mucho más que de costumbre; se diría que los habían pulimentado con ocasión de aquella visita; y parecía que los trompeteros de talla, que estaban esculpidos en la puerta saliendo de tulipanes, soplaran con todas sus fuerzas y con los carrillos mucho más hinchados que lo normal. ??Taratatrá! ?Que viene el ni?o! ?Taratatrá!?, tocaban; y se abrió la puerta. Todas las paredes del vestíbulo estaban cubiertas de antiguos cuadros representando caballeros con sus armaduras y damas vestidas de seda; y las armas rechinaban, y las sedas crujían. Venía luego una escalera que, después de subir un buen trecho, volvía a bajar para conducir a una azotea muy decrépita, con grandes agujeros y largas grietas, de las que brotaban hierbas y hojas. Toda la azotea, el patio y las paredes estaban revestidas de verdor, y aun no siendo más que un terrado, parecía un jardín. Había allí viejas macetas con caras pintadas, y cuyas asas eran orejas de asno; pero las flores crecían a su antojo, como plantas silvestres. De uno de los tiestos se desparramaban en todos sentidos las ramas y reto?os de una espesa clavellina, y los reto?os hablaban en voz alta, diciend ??He recibido la caricia del aire y un beso del sol, y éste me ha prometido una flor para el domingo, una florecita para el domingo!?. Pasó luego a una habitación cuyas paredes estaban revestidas de cuero de cerdo, estampado de flores doradas. El dorado se desluce pero el cuero queda decían las paredes. Había sillones de altos respaldos, tallados de modo pintoresco y con brazos a ambos lados. ??Siéntese! ?Tome asiento! -decían-. ?Ay! ?Cómo crujo! Seguramente tendré la gota, como el viejo armario. La gota en la espalda, ?ay!?. Finalmente, el ni?o entró en la habitación del mirador, en la cual estaba el anciano. -Muchas gracias por el soldado de plomo, amiguito mío -dijo el viejo-. Y mil gracias también por tu visita. ??Gracias, gracias!?, o bien ??crrac, crrac!?, se oía de todos los muebles. Eran tantos, que casi se estorbaban unos a otros, pues, todos querían ver al ni?o. En el centro de la pared colgaba el retrato de una hermosa dama, de aspecto alegre y juvenil, pero vestida a la antigua, con el pelo empolvado y las telas tiesas y holgadas; no dijo ni ?gracias? ni ?crrac?, pero miraba al peque?o con ojos dulces. éste preguntó al viej -? De dónde lo has sacado? -Del ropavejero de enfrente -respondió el hombre-. Tiene muchos retratos. Nadie los conoce ni se preocupa de ellos, pues todos están muertos y enterrados; pero a ésta la conocí yo en tiempos; hace ya cosa de medio siglo que murió. Bajo el cuadro colgaba, dentro de un marco y cubierto con cristal, un ramillete de flores marchitas; seguramente habrían sido cogidas también medio siglo atrás, tan viejas parecían. El péndulo del gran reloj marcaba su tictac, y las manecillas giraban, y todas las cosas de la habitación se iban volviendo aún más viejas; pero ellos no lo notaron. -En casa dicen -observó el ni?o- que vives muy solo. 相关资料 |