西语童话阅读:Elcofrevolador(3)

全国等级考试资料网 2019-01-22 08:21:13 47
-?Hablas demasiado! -intervino el eslabón, golpeando el pedernal, que soltó una chispa-. ?No podríamos echar una cana al aire, esta noche?
-Sí, hablemos -dijeron los fósforos-, y veamos quién es el más noble de todos nosotros.
-No, no me gusta hablar de mi persona -objetó la olla de barro-. Organicemos una velada. Yo empezaré contando la historia de mi vida, y luego los demás harán lo mismo; así no se embrolla uno y resulta más divertido. En las playas del Báltico, donde las hayas que cubren el suelo de Dinamarca...
-?Buen principio! -exclamaron los platos-. Sin duda, esta historia nos gustará.
-...pasé mi juventud en el seno de una familia muy reposada; se limpiaban los muebles, se restregaban los suelos, y cada quince días colgaban cortinas nuevas.
-?Qué bien se explica! -dijo la escoba de crin-. Se diría que habla un ama de casa; hay un no sé que de limpio y refinado en sus palabras.
-Exactamente lo que yo pensaba -asintió el balde, dando un saltito de contento que hizo resonar el suelo.
La olla siguió contando, y el fin resultó tan agradable como había sido el principio.
Todos los platos casta?etearon de regocijo, y la escoba sacó del bote unas hojas de perejil, y con ellas coronó a la olla, a sabiendas de que los demás rabiarían. "Si hoy le pongo yo una corona, ma?ana me pondrá ella otra a mí", pensó.
-?Voy a bailar! -exclamó la tenaza, y, ?dicho y hecho! ?Dios nos ampare, y cómo levantaba la pierna! La vieja funda de la silla del rincón estalló al verlo-. ?Me vais a coronar también a mí? -pregunto la tenaza; y así se hizo.
-?Vaya gentuza! -pensaban los fósforos.
Le tocaba entonces el turno de cantar a la tetera, pero se excusó alegando que estaba resfriada; sólo podía cantar cuando se hallaba al fuego; pero todo aquello eran remilgos; no quería hacerlo más que en la mesa, con las se?orías.
Había en la ventana una vieja pluma, con la que solía escribir la sirvienta. Nada de notable podía observarse en ella, aparte que la sumergían demasiado en el tintero, pero ella se sentía orgullosa del hecho.
-Si la tetera se niega a cantar, que no cante -dijo-. Ahí fuera hay un ruise?or enjaulado que sabe hacerlo. No es que haya estudiado en el Conservatorio, mas por esta noche seremos indulgentes.
-Me parece muy poco conveniente -objetó la cafetera, que era una cantora de cocina y hermanastra de la tetera - tener que escuchar a un pájaro forastero. ?Es esto patriotismo? Que juzgue el cesto de la compra.
-Francamente, me han desilusionado -dijo el cesto-. ?Vaya manera estúpida de pasar una velada! En lugar de ir cada cuál por su lado, ?no sería mucho mejor hacer las cosas con orden? Cada uno ocuparía su sitio, y yo dirigiría el juego. ?Otra cosa seria!
-?Sí, vamos a armar un escándalo! -exclamaron todos.
En esto se abrió la puerta y entró la criada. Todos se quedaron quietos, nadie se movió; pero ni un puchero dudaba de sus habilidades y de su distinción. "Si hubiésemos querido -pensaba cada uno-, ?qué velada más deliciosa habríamos pasado!".
La sirvienta cogió los fósforos y encendió fuego. ?Cómo chisporroteaban, y qué llamas echaban!
"Ahora todos tendrán que percatarse de que somos los primeros -pensaban-. ?Menudo brillo y menudo resplandor el nuestro!". Y de este modo se consumieron?.
-?Qué cuento tan bonito! -dijo la Reina-. Me parece encontrarme en la cocina, entre los fósforos. Sí, te casarás con nuestra hija.
-Desde luego -asintió el Rey-. Será tuya el lunes por la ma?ana -. Lo tuteaban ya, considerándolo como de la familia.
Fijóse el día de la boda, y la víspera hubo grandes iluminaciones en la ciudad, repartiéronse bollos de pan y rosquillas, los golfillos callejeros se hincharon de gritar ??hurra!? y silbar con los dedos metidos en la boca... ?Una fiesta magnífica!
?Tendré que hacer algo?, pensó el hijo del mercader, y compró cohetes, petardos y qué sé yo cuántas cosas de pirotecnia, las metió en el baúl y emprendió el vuelo.
?Pim, pam, pum! ?Vaya estrépito y vaya chisporroteo!
Los turcos, al verlo, pegaban unos saltos tales que las babuchas les llegaban a las orejas; nunca habían contemplado una traca como aquella, Ahora sí que estaban convencidos de que era el propio dios de los turcos el que iba a casarse con la hija del Rey.
No bien llegó nuestro mozo al bosque con su baúl, se dij ?Me llegaré a la ciudad, a observar el efecto causado?. 相关资料

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