西语童话:Elcerrodeloselfos3
-?Es una mujer peligrosa! -dijo el viejo duende; pero los dos hijos salieron del cerro, pues se aburrían. -?Qué sabe hacer la hija siguiente? -preguntó el viejo. -He aprendido a querer a los noruegos, y nunca me casaré si no puedo irme a Noruega. Pero la más peque?a murmuró al oído del viej -Esto es sólo porque sabe una canción nórdica que dice que, cuando la Tierra se hunda, los acantilados nórdicos seguirán levantados como monumentos funerarios. Por eso quiere ir allá, pues tiene mucho miedo de hundirse. -?Vaya, vaya! -exclamó el viejo-. ?Esas tenemos? Pero, ?y la séptima y última? -La sexta viene antes que la séptima -observó el rey de los elfos, pues sabía contar. Pero la sexta se negó a acudir. -Yo no puedo decir a la gente sino la verdad -dijo-. De mí nadie hace caso, bastante tengo con coser mi mortaja. Se presentó entonces la séptima y última. Y, ?qué sabía? Pues sabía contar cuentos, tantos como se le pidieran. -Ahí tienes mis cinco dedos -dijo el viejo duende-. Cuéntame un cuento acerca de cada uno. La muchacha lo cogió por la mu?eca, mientras él se reía de una forma que más bien parecía cloquear; y cuando ella llegó al dedo anular, en el que llevaba una sortija de oro, como si supiese que era cuestión de noviazgo, dijo el viejo duende: -Agárralo fuerte, la mano es tuya. ?Te quiero a ti por mujer! La elfa observó que faltaban aún los cuentos del dedo anular y del me?ique. -Los dejaremos para el invierno -replicó el viejo-. Nos hablarás del abeto y del abedul, de los regalos de los espíritus y de la helada crujiente. Tú te encargarás de explicar, pues allá arriba nadie sabe hacerlo como tú. Y luego nos entraremos en el salón de piedra, donde arde la astilla de pino, y beberemos hidromiel en los cuernos de oro de los antiguos reyes nórdicos. El N?ck me regaló un par, y cuando estemos allí vendrá a visitarnos el diablo de la monta?a, el cual te cantará todas las canciones de las zagalas de la sierra. ?Cómo nos vamos a divertir! El salmón saltará en la cascada, chocando contra las paredes de roca, pero no entrará. ?Oh, sí, qué bien se está en la vieja y querida Noruega! Pero, ?dónde se han metido los chicos? Eso es, ?dónde se habían metido? Pues corrían por el campo, apagando los fuegos fatuos que acudían, bonachones, a organizar la procesión de las antorchas. -?Qué significan estas corridas? -gritó el viejo duende-. Acabo de procurarles una madre, y ustedes pueden elegir a la que les guste de las tías. Pero los jóvenes replicaron que preferían pronunciar un discurso y brindar por la fraternidad. Casarse no les venía en gana. Y pronunciaron discursos, bebieron a la salud de todos e hicieron la prueba del clavo para demostrar que se habían zampado hasta la última gota. Quitándose luego las chaquetas, se tendieron a dormir sobre la mesa, sin preocuparse de los buenos modales. Mientras tanto, el viejo duende bailaba en el salón con su joven prometida e intercambiaba con ella los zapatos, lo cual es más distinguido que intercambiar sortijas. -?Que canta el gallo! -exclamó la vieja elfa, encargada del gobierno doméstico- ?Hay que cerrar los postigos, para que el sol no nos abrase! Y se cerró la colina. En el exterior, los lagartos subían y bajaban por los árboles agrietados, y uno de ellos dijo a los demás. -?Cuánto me ha gustado el viejo duende nórdico! -?Pues yo prefiero los chicos! -objetó la lombriz de tierra; pero es que no veía, la pobre. 相关资料 |