西语童话阅读:LoquecontabalaviejaJuana(3)
-?Qué más da! -replicaba el hombre-. A?o Nuevo, nuevas preocupaciones para salir del paso. -Tenemos la despensa llena -observaba ella-. Y podemos dar gracias a la se?ora. Yo estoy sana y no me faltan energías. Sería un pecado quejamos. Las Navidades las pasaban los propietarios en su finca, pero a la semana después de A?o Nuevo volvían a la ciudad, donde residían durante el invierno, contentos y satisfechos, asistiendo a bailes y fiestas, invitados incluso a palacio. La se?ora había recibido de Francia dos preciosos vestidos. Nunca la sastresa Maren había visto una tela, un corte y una costura como aquéllos. Pidió permiso a la propietaria para ir con su marido a ver los vestidos, pues para un sastre de pueblo era una cosa jamás vista. El hombre los examinó sin decir palabra, y, ya de vuelta en su casa, no hizo más comentario que su habitual: -?Qué más da! Y por una vez, sus palabras eran sensatas. Los se?ores regresaron a la ciudad, donde se reanudaron los bailes y las fiestas; pero en medio de todas aquellos diversiones murió el anciano se?or, y su esposa no pudo ya lucir sus magníficos vestidos. Quedó muy apesadumbrada y se puso de riguroso luto de pies a cabeza; no toleró ni una cinta blanca. Todos los criados iban de negro, e incluso el coche de gala fue recubierto de pa?o de este color. Una noche gélida, en que brillaba la nieve y centelleaban las estrellas, llegó de la ciudad la carroza fúnebre conduciendo el cadáver, que debía recibir sepultura en el panteón familiar del cementerio del pueblo. El administrador y el alcalde esperaban a caballo, sosteniendo antorchas encendidas, ante la puerta del camposanto. La iglesia estaba iluminada, y el sacerdote recibió el cadáver en la entrada del templo. Llevaron el féretro al coro, acompa?ado de toda la población. Habló el párroco y se cantó un coral. La se?ora se hallaba también presente en la iglesia; había hecho el viaje en el coche de gala cubierto de crespones; en la parroquia nunca habían presenciado un espectáculo semejante. Durante todo el invierno se estuvo hablando en el pueblo de aquella solemnidad fúnebre: el ?entierro del se?or?. -En él se vio lo importante que era -comentaba la gente del pueblo-. Nació en elevada cuna, y fue enterrado con grandes honores. -?Qué más da! -dijo el sastre-. Ahora no tiene ni vida ni bienes. A nosotros al menos nos queda una de las dos cosas. -?No hables así! -le ri?ó Maren-. Ahora goza de vida eterna en el cielo. -?Cómo lo sabes, Maren? -preguntó el sastre-. Un muerto es buen abono. Pero ése era demasiado noble para servir de algo en la tierra; tiene que reposar en la cripta. -?No digas impiedades! -protestó Maren-. Te repito que goza de vida eterna. -?Quién te lo ha dicho, Maren? -repitió el sastre. Maren echó su delantal sobre el peque?o Rasmus; no quería que oyese aquellos desatinos. Se lo llevó llorando, a la choza, y le dij -Lo que oíste, hijo mío, no fue tu padre quien lo dijo, sino el demonio, que estaría en la habitación e imitó su voz. Reza el Padrenuestro. Lo rezaremos los dos. Y juntó las manos del ni?o. 相关资料 |