西语阅读素材:《一千零一夜》连载七

全国等级考试资料网 2023-07-28 09:18:29 43
En este momento volvieron a llamar a la puerta. Y como de cos-tumbre, acudió a abrir la más joven de las tres doncellas.
Y he aquí el motivo de que hubiesen llamado:
Aquella noche, el califa Harún Al-Rachid había salido a recorrer la ciudad, para ver y escuchar por si mismo cuanto ocurriese. Le acom-pa?aba su visir Giafar-Al-Barmaki y el porta-alfanje Masrur, ejecutor de sus justicias. El califa en estos casos acostumbraba a disfrazarse de mer-cader.
Y paseando por las calles había llegado frente a aquella casa y había oído los instrumentos y los ecos de la fiesta. el califa dijo al visir Giafar: “Quiero que entremos en esta casa para saber qué son esas voces.” Y el visir Giafar replicó: “Acaso sea un atajo de borrachos, y convendría precavernos por si nos hiciesen alguna mala partida.” Pero el califa dijo: “Es mi voluntad entrar ahí. Quiero que busques la forma de entrar y sorprenderlos.” Al oír esa orden, el visir contestó: “Escu-cho y obedezco.” Y Giafar avanzó llamó a la puerta. Y al momento fue a abrir la más joven de las tres hermanas.
Cuando la joven hubo abierto la puerta, el visir le dijo: “?Oh se?ora mía! somos mercaderes de Tabaria. Hace diez días llegamos a Bagdad con nuestras géneros, y habitamos en el khan de los mercaderes. Uno de las comerciantes del khan nos ha convidado a su casa y nos ha dado- de comer. Después de la comida, que ha durado una hora, nos ha dejado en libertad de marcharnos. Hemos salido, pero ya era de noche, y como somos extranjeros, hemos perdido el camino del khan y ahora nos dirigimos fervorosamente a vues-tra generosidad para que nos per-Imitáis entrar y pasar la noche aquí. Y ?Alah os tendrá en cuenta esta buena obra!”
Entonces la joven los miró, le pareció que en efecto tenían maneras de mercaderes y un aspecto muy respetable, por lo cual fue a buscar a sus dos hermanas para pedirles parecer. Y ellas le dijeron: “Déjales entrar.” Entonces fue a abrirles la puerta, y le preguntaron: “?Pode-mos entrar, con vuestro permiso?” Y ella contestó: “Entrad.” Y entra-ron el califa, el visir y el porta--alfanje, y al verlos, las jóvenes se pusieron de pie y les dijeron: “?Sed bien venidos, y que la acogida en esta casa os sea tan amplia como amistosa! Sentaos, ?oh huéspedes nuestros! Sólo tenemos que impo-neros una condición: No habléis de lo que no os importe, si no que-réis oír cosas que no os gusten.” Y ellos respondieron: “Ciertamente que sí.” Y se sentaron, y fueron invitados a beber y a que circulase entre ellos la copa. Después el califa miró a los tres saalik, y se asombró mucho de ver que los tres estaban tuertos del ojo izquierdo. Y miró en seguida a las jóvenes, y al, adver-tir su hermosura y su gracia, quedó aún más perplejo y sorprendido. Las doncellas siguieron conversando con los convidados; invitándoles a beber con ellas, y luego presentaron un vino exquisito al califa, pero éste lo rechazó, diciendo: “Soy un buen hadj”. Entonces la más joven se levantó y colocó delante de él una mesita con incrustaciones finas, encima de la cual puso una taza de porcelana de China, y echó en ella agua de la fuente, que enfrió con un pedazo de hielo, y lo mezcló todo con azúcar y agua de rosas, y después se lo presentó al califa. Y él aceptó, y le dio las gracias, diciendo para sí: “Ma?ana tengo que recompensaría por su acción y por todo el bien que hace.”
Las doncellas siguieron cumpliera-do sus deberes de hospitalidad y sirviendo de beber. Pero, cuando el vino produjo sus efectos, la mayor de las tres hermanas se levantó, cogió de la mano a la proveedora, y le dijo: “?Oh hermana mía! leván-tate y cumplamos nuestro deber.” Y su hermana le contestó: “Me tienes a tus órdenes.” Entonces la más peque?a se levantó también, y dijo a los saalik que se apartaran del centro de la sala y que fuesen a colocarse junto a las puertas. Quitó cuanto había en medio del salón y lo limpió. Las otras dos hermanas llamaron al mandadero, y le dijeron: “?Por Alah! ?Cuán poco nos ayu-das! Cuenta que no eres un extra?o, sino de la casa.” Y entonces el mozo se levantó, se remangó la túni-ca, y apretándose el cinturón, dijo: “Mandad y obedeceré.” Y ellas con-testaron: “Aguarda en tu sitio.” Y a los pocos momentos le dijo la pro-veedora: “Sígueme, que podrás ayu-darme.”
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