西班牙语经典:一千零一夜(05)
HISTORIA DEI. MERCADER Y EL EFRIT Schahrazada dijo: “He llegado a saber, ?oh rey, afor?tunado! que hubo un mercader entre los mercaderes, due?o de numerosas riquezas y de negocios comerciales en todos los países. Un día montó a caballo y salió para ciertas comarcas a las cuales le llamaban sus negocios. Como el ca?lor era sofocante, se sentó debajo de un árbol, y echando mano al saco de provisiones, sacó unos dáti?les, y cuando los hubo comido tiró a lo lejos los huesos. Pero de pronto se le apareció un efrit de enorme estatura que, blandiendo una espada, llegó hasta el mercader y le dijo: “Levántate para que yo te mate como has matado a mi hijo.” El mer?cader repuso: “Pero ?cómo he mata?do yo a tu hijo?” Y contestó el efrit: “Al arrojar los huesos, dieron en el pecho a mi hilo y lo mataron.” En?tonces dijo el mercader: “Considera ?oh gran efrit! que no puedo mentir, siendo, como soy, un creyente. Ten?go muchas riquezas, tengo hijos y esposa, y además guardo en mi casa depósitos que me confiaron. Permi?teme volver para repartir lo de cada uno, y te vendré a buscar en cuanto lo haga. Tienes mi promesa y mi juramento de que volveré en seguida a tu lado. Y tú entonces harás de mí lo que quieras. Alah es fiador de mis palabras.” El efrit, teniendo confianza en él, dejó partir al mercader. Y el mercader volvió a su tierra, arregló sus asuntos, y dio a cada cual lo que le correspondía. Después contó a su mujer y a sus hijos lo que le había ocurrido, y se echaron todos a llorar: los parientes, las mujeres, los hijos. Después el mercader hizo testamento y estuvo coa su familia hasta el fin del a?o. Al llegar este término se resolvió a partir, y toman?do su sudario bajo el brazo, dijo adiós a sus parientes y vecinos y se fue muy contra su gusto. Los suyos se lamentaban, dando grandes gritos de dolor. En cuanto al mercader, siguió su camino hasta que llegó al jardín en cuestión, y el día en que llegó era el primer día del a?o nuevo. Y mien?tras estaba sentado, llorando su des?gracia, he aquí que un jeique se diri?gió hacia él, llevando una gacela encadenada. Saludó al mercader, le deseó una vida próspera, y le dijo: “?Por qué razón estás parado y solo en este lugar tan frecuentado por los efrits?” Entonces le contó el mercader lo que le había ocurrido con el efrit y la causa de haberse detenido en aquel sitio. Y el jeique due?o de la gacela se asombró grandemente, y dijo: “?Por Alah! ?oh hermano! tu fe es una gran fe, y tu historia es tan pro?digiosa, que si se escribiera con una aguja en el ángulo interior de un ojo, sería motivo de reflexión para el que sabe reflexionar respetuosamente.” Después, sentándose a su lado, pro?siguió: “?Por Alah! ?oh mi hermano! no te dejaré hasta que veamos lo que te ocurre con el efrit.” Y allí se que?dó, efectivamente, conversando con él, y hasta pudo ayudarle cuando se desmayó de terror, presa de una aflicción muy honda y de crueles pensamientos. Seguía allí el due?o de la gacela, cuando llegó un segundo jeique, que se dirigió a ellos con dos lebreles negros. Se acercó, les deseó la paz y les preguntó la causa de haberse parado en aquel lugar fre?cuentado por los efrits. Entonces ellos le refirieron la historia desde el principio hasta el fin. Y apenas se había sentado, cuando un tercer jei?que se dirigió hacia ellos, llevando una mula de color de estornino. Les deseó la paz y les preguntó por qué estaban sentados en aquel sitio. Y los otros le contaron la historia desde el principio hasta el fin. Pero no es de ninguna utilidad el repetirla. A todo esto, se levantó un violento torbellino de polvo en el centro de aquella pradera. Descargó una tor?menta, se disipó después el polvo y apareció el efrit con un alfanje muy afilado en una mano y brotándole chispas de los ojos. Se acercó al grupo, y dijo cogiendo al merca?der: “Ven para que yo te mate como mataste a aquel hijo mío, que era el aliento de mi vida y el fuego de mi corazón.” Entonces se echó a llorar el mercader, y los tres jeiques em?pezaron también a llorar, a. gemir y a suspirar. Pero el primero de ellos, el due?o de la gacela, acabó por tomar áni?mos, y besando la mano del efrit, le dijo: “?Oh efrit, jefe de los efrits y de su corona! Si te cuento lo que me ocurrió con esta gacela y te maravilla mi historia, ?me recompensarás con el tercio de la sangre de este mer?cader?” Y el éfrit dijo: “Verdadera?mente que sí, venerable jeique. Si me cuentas la historia y yo la encuen?tro extraordinaria, te concederé el tercio de esa sangre.” 相关资料 |