西中对照小说:《1984》第一章07
Winston dejó de escribir, en parte debido a que le daban calambres. No sabía por qué había soltado esta sarta de incongruencias. Pero lo curioso era que mientras lo hacía se le había aclarado otra faceta de su memoria hasta el punto de que ya se creía en condiciones de escribir lo que realmente había querido poner en su libro. Ahora se daba cuenta de que si había querido venir a casa a empezar su diario precisamente hoy era a causa de este otro incidente. Había ocurrido aquella misma ma ana en el Ministerio, si es que algo de tal vaguedad podía haber ocurrido. Cerca de las once y ciento en el Departamento de Registro, donde trabajaba Winston, sacaban las sillas de las cabinas y las agrupaban en el centro del vestíbulo, frente a la gran telepantalla, preparándose para los Dos Minutos de Odio. Winston acababa de sentarse en su sitio, en una de las filas de en medio, cuando entraron dos personas a quienes él conocía de vista, pero a las cuales nunca había hablado. Una de estas personas era una muchacha con la que se había encontrado frecuentemente en los pasillos. No sabía su nombre, pero sí que trabajaba en el Departamento de Novela. Probablemente —ya que la había visto algunas veces con las manos grasientas y llevando paquetes de composición de imprenta— tendría alguna labor mecánica en una de las máquinas de escribir novelas. Era una joven de aspecto audaz, de unos veintisiete a os, con espeso cabello negro, cara pecosa y movimientos rápidos y atléticos. Llevaba el mono cedido por una estrecha faja roja que le daba varias veces la vuelta a la cintura realzando así la atractiva forma de sus caderas; y ese cinturón era el emblema de la Liga juvenil AntiSex. A Winston le produjo una sensación desagradable desde el primer momento en que la vio. Y sabía la razón de este mal efecto: la atmósfera de los campos de hockey y duchas frías, de excursiones colectivas y el aire general de higiene mental que trascendía de ella. En realidad, a Winston le molestaban casi todas las mujeres y especialmente las jóvenes y bonitas porque eran siempre las mujeres, y sobre todo las jóvenes, lo más fanático del Partido, las que se tragaban todos los slogans de propaganda y abundaban entre ellas las espías aficionadas y las que mostraban demasiada curiosidad por lo heterodoxo de los demás. Pero esta muchacha determinada le había dado la impresión de ser más peligrosa que la mayoría. Una vez que se cruzaron en el corredor, la joven le dirigió una rápida mirada oblicua que por unos momentos dejó aterrado a Winston. Incluso se le había ocurrido que podía ser una agente de la Policía del Pensamiento. No era, desde luego, muy probable. Sin embargo, Winston siguió sintiendo una intranquilidad muy especial cada vez que la muchacha se hallaba cerca de él, una mezcla de miedo y hostilidad. La otra persona era un hombre llamado O’Brien, miembro del Partido Interior y titular de un cargo tan remoto e importante, que Winston tenía una idea muy confusa de qué se trataba. Un rápido murmullo pasó por el grupo ya instalado en las sillas cuando vieron acercarse el mono negro de un miembro del Partido Interior. O’Brien era un hombre corpulento con un ancho cuello y un rostro basto, brutal, y sin embargo rebosante de buen humor. A pesar de su formidable aspecto, sus modales eran bastante agradables. Solía ajustarse las gafas con un gesto que tranquilizaba a sus interlocutores, un gesto que tenía algo de civilizado, y esto era sorprendente tratándose de algo tan leve. Ese gesto —si alguien hubiera sido capaz de pensar así todavía— podía haber recordado a un aristócrata del siglo XVI ofreciendo rapé en su cajita. Winston había visto a O’Brien quizás sólo una docena de veces en otros tantos a os. Sentíase fuertemente atraído por él y no sólo porque le intrigaba el contraste entre los delicados modales de O’Brien y su aspecto de campeón de lucha libre, sino mucho más por una convicción secreta que quizás ni siquiera fuera una convicción, sino sólo una esperanza— de que la ortodoxia política de O’Brien no era perfecta. Algo había en su cara que le impulsaba a uno a sospecharlo irresistiblemente. Y quizás no fuera ni siquiera heterodoxia lo que estaba escrito en su rostro, sino, sencillamente, inteligencia. Pero de todos modos su aspecto era el de una persona a la cual se le podría hablar si, de algún modo, se pudiera eludir la telepantalla y llevarlo aparte. Winston no había hecho nunca el menor esfuerzo para comprobar su sospecha y es que, en verdad, no había manera de hacerlo. En este momento, O’Brien miró su reloj de pulsera y, al ver que eran las once y ciento, seguramente decidió quedarse en el Departamento de Registro hasta que pasaran los Dos Minutos de Odio. Tomó asiento en la misma fila que Winston, separado de él por dos sillas., Una mujer bajita y de cabello color arena, que trabajaba en la cabina vecina a la de Winston, se instaló entre ellos. La muchacha del cabello negro se sentó detrás de Winston. 温斯顿停下了笔,一半是因为他感到手指痉挛。他也不知道是什么东西使他一泻千里地写出这些胡说八道的话来。 但奇怪的事情是,他在写的时候,有一种完全不同的记忆在他的思想中明确起来,使他觉得自已有能力把它写下来。他现在认识到,这是因为有另一件事情才使他突然决定今天要回家开始写日记。 如果说,这样一件模模糊糊的事也可以说是发生的话,这件事今天早上发生在部里。 快到十一点的时候,在温斯顿工作的纪录司,他们把椅子从小办公室拖出来,放在大厅的中央,放在大电幕的前面,准备举行两分钟仇恨。温斯顿刚刚在中间一排的一张椅子上坐下来,有两个他只认识脸孔、却从来没有讲过话的人意外地走了进来。其中有一个是他常常在走廊中遇到的一个姑娘。 他不道她的名字,但是他知道她在小说司工作。由于他有时看到她双手沾油,拿着扳钳,她大概是做机械工的,拾掇那些小说写作机器。她是个年约二十七岁、表情大胆的姑娘,浓浓的黑发,长满雀斑的脸,动作迅速敏捷,象个运动员。她的工作服的腰上重重地围了一条猩红色的狭缎带,这是青年反性同盟的标志,围的不松不紧,正好露出她的腰部的苗条。温斯顿头一眼看到她就不喜欢她。他知道为什么原因。这是因为她竭力在自己身上带着一种曲棍球场、冷水浴、集体远足、总的来说是思想纯洁的味道。几乎所有的女人他都不喜欢,特别是年轻漂亮的。总是女人,尤其是年轻的女人,是党的最盲目的拥护者,生吞活剥口号的人,义务的密探,非正统思想的检查员。但是这个女人使他感到比别的更加危险。有一次他们在走廊里遇到时,她很快地斜视了他一眼,似乎看透了他的心,刹那间他充满了黑色的恐惧。他甚至想到这样的念头:她可能是思想警察的特务。不错,这是很不可能的。但是只要她在近处,他仍有一种特别的不安之感。这种感觉中掺杂着敌意.也掺杂着恐惧。 另外一个人是个叫奥勃良的男人,他是核心党员,担任的职务很重要,高高在上,因此温斯顿对他职务的性质只有一种很模糊的概念。椅子周围的人一看到核心党员的黑色工作服走近时,都不由得肃静下来。奥勃良是个体格魁梧的人,脖子短粗,有着一张粗犷残忍、兴高采烈的脸。尽管他的外表令人望而生畏,他的态度却有一定迷人之处。他有一个小动作奇怪地使人感到可亲,那就是端正一下鼻梁上的眼镜;也很难说清楚,这奇怪地使人感到很文明。如果有人仍旧有那样想法的话,这个姿态可能使人想到一个十八世纪的绅士端出鼻烟匣来待客。温斯顿大概在十多年来看到过奥勃良十多次。他感到对他特别有兴趣,这并不完全是因为他对奥勃良彬彬有礼的态度和拳击师的体格的截然对比感到有兴趣。 更多的是因为他心中暗自认为——也许甚至还不是认为,而仅仅是希望——奥勃良的政治信仰不完全是正统的。他脸上的某种表情使人无法抗拒地得出这一结论。而且,表现在他脸上的,甚至不是不正统,而干脆就是智慧。不过无论如何,他的外表使人感到,如果你能躲过电幕而单独与他在一起的话,他是个可以谈谈的人。温斯顿从来没有做过哪怕是最轻微的努力来证实这种猜想;说真的,根本没有这样做的可能。现在,奥勃良瞥了一眼手表,看到已经快到十一点了,显然决定留在纪录司,等两分钟仇恨结束。他在温斯顿那一排坐了下来,相隔两把椅子。中间坐的是一个淡茶色头发的小女人,她在温斯顿隔壁的小办公室工作。那个黑头发的姑娘坐在他们背后一排。 相关资料 |