西语童话:Elbisabuelo(2)

全国等级考试资料网 2023-05-17 21:00:26 41
Y entonces el bisabuelo se salía de sus casillas. No podía ponerse de acuerdo con Federico, pero tampoco podían separarse, de igual manera que la época vieja y la nueva. Bien se dieron cuenta ellos dos y la familia entera, cuando Federico hubo de emprender un largo viaje a América. Aunque los viajes eran cosa corriente en la familia, aquella separación resultó bien difícil para el bisabuelo. ?Sería tan largo aquel viaje! Todo el océano de por medio, hasta llegar al otro continente.
-Recibirás carta mía cada quince días -le dijo Federico-. Y más de prisa que las cartas te llegarán los telegramas. Los días se vuelven horas, y las horas, minutos.
Llegó un saludo por el hilo telegráfico el día en que Federico embarcó en Inglaterra. Más rápido que una carta -ni que hubiesen actuado de correo las raudas nubes- llegó un saludo de América, al desembarcar en ella Federico. Fue unas pocas horas después de haber puesto pie en tierra firme.
-Realmente, es una idea de Dios regalada a nuestros tiempo -dijo el bisabuelo-, una bendición para la Humanidad.
-Y según me dijo Federico, estas fuerzas naturales se descubrieron en nuestro país -observé.
-Sí -afirmó el bisabuelo, dándome un beso-. Sí, y yo he visto los dulces ojos infantiles que por primera vez descubrieron y comprendieron estas fuerzas de la Naturaleza; eran unos ojos infantiles como los tuyos. ?Y he estrechado su mano! -. Y volvió a besarme.
Había transcurrido más de un mes cuando llegó una carta de Federico con la noticia de que estaba prometido con una muchacha joven y bonita, y expresaba la confianza de que toda la familia se alegraría. Enviaba su fotografía, que fue examinada a simple vista y con una lupa, pues aquello era lo bueno de los retratos, que permitían ser examinados con la lente más nítida, y entonces aún se notaba más el parecido. Esto no lo habría podido hacer ningún pintor, ni los más famosos de los tiempos pretéritos.
-?Ah, si entonces hubiesen conocido este invento! -dijo el abuelo-. Habríamos podido ver cara a cara a los bienhechores y a los grandes hombres del mundo.
-?Qué simpática y buena parece esta muchacha! -dijo, mirándola con la lupa-. La conoceré en cuanto entre en la habitación.
Poco faltó para que esto no ocurriera nunca; afortunadamente nos enteramos del peligro cuando ya había pasado.
Los recién casados llegaron a Inglaterra contentos y en perfecta salud, y embarcaron en un vapor con destino a Copenhague. Ya a la vista de la costa danesa -las blancas dunas de Jutlandia occidental- se levantó una tormenta, y el barco encalló en un arrecife; el embravecido mar amenazaba con destrozarlo, sin que sirviesen los botes de salvamento. Cerró la noche, pero en medio de la oscuridad voló un brillante cohete desde la costa al buque embarrancado; el cohete arrojó un cable, quedó establecida la comunicación entre los náufragos y la costa, y pronto una linda joven fue transportada en la canasta de salvamento por sobre las olas encrespadas y furiosas; y se sintió infinitamente dichosa cuando, poco después, tuvo a su lado, en tierra firme, a su joven esposo. Todos los de a bordo se salvaron antes del amanecer.
Nosotros dormíamos tranquilamente en Copenhague, sin pensar en desgracias ni peligros. Al sentarnos a la mesa para el desayuno, llegó por telégrafo la noticia del naufragio de un barco inglés en la costa occidental de la península. La angustia que experimentamos fue terrible, pero a los pocos momentos se recibió otro telegrama de los queridos viajeros, Federico y su esposa, anunciando su próxima llegada.
Todos lloraban, y yo también, y el bisabuelo, quien, doblando las manos -estoy seguro de ello-, bendijo la nueva época.
Aquel día el bisabuelo destinó doscientos escudos para el monumento a Hans Christian ?rsted.
Al llegar Federico con su joven esposa y enterarse de aquel gesto, dij
-?Muy bien, bisabuelo! Ahora te leeré lo que ?rsted escribió, hace ya muchos a?os, sobre los tiempos viejos y los modernos.
-Probablemente sería de tu opinión -preguntó el bisabuelo.
-Puedes estar seguro -respondió Federico-, y tú también lo eres, puesto que has contribuido a su monumento. 相关资料

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