西语童话阅读:Lascigüeñas(1)
Sobre el tejado de la casa más apartada de una aldea había un nido de cigüe?as. La cigüe?a madre estaba posada en él, junto a sus cuatro polluelos, que asomaban las cabezas con sus piquitos negros, pues no se habían te?ido aún de rojo. A poca distancia, sobre el vértice del tejado, permanecía el padre, erguido y tieso; tenía una pata recogida, para que no pudieran decir que el montar la guardia no resultaba fatigoso. Se hubiera dicho que era de palo, tal era su inmovilidad. ?Da un gran tono el que mi mujer tenga una centinela junto al nido -pensaba-. Nadie puede saber que soy su marido. Seguramente pensará todo el mundo que me han puesto aquí de vigilante. Eso da mucha distinción?. Y siguió de pie sobre una pata. Abajo, en la calle, jugaba un grupo de chiquillos, y he aquí que, al darse cuenta de la presencia de las cigüe?as, el más atrevido rompió a cantar, acompa?ado luego por toda la tropa: Cigüe?a, cigüe?a, vuélvete a tu tierra más allá del valle y de la alta sierra. Tu mujer se está quieta en el nido, y todos sus polluelos se han dormido. El primero morirá colgado, el segundo chamuscado; al tercero lo derribará el cazador y el cuarto irá a parar al asador. -?Escucha lo que cantan los ni?os! -exclamaron los polluelos-. Cantan que nos van a colgar y a chamuscar. -No se preocupen -los tranquilizó la madre-. No les hagan caso, deéjenlos que canten. Y los rapaces siguieron cantando a coro, mientras con los dedos se?alaban a las cigüe?as burlándose; sólo uno de los muchachos, que se llamaba Perico, dijo que no estaba bien burlarse de aquellos animales, y se negó a tomar parte en el juego. Entretanto, la cigüe?a madre seguía tranquilizando a sus peque?os: -No se apuren -les decía-, miren qué tranquilo está su padre, sosteniéndose sobre una pata. -?Oh, qué miedo tenemos! -exclamaron los peque?os escondiendo la cabecita en el nido. Al día siguiente los chiquillos acudieron nuevamente a jugar, y, al ver las cigüe?as, se pusieron a cantar otra vez. El primero morirá colgado, el segundo chamuscado. -?De veras van a colgarnos y chamuscamos? -preguntaron los polluelos. -?No, claro que no! -dijo la madre-. Aprenderán a volar, pues yo les ense?aré; luego nos iremos al prado, a visitar a las ranas. Verán como se inclinan ante nosotras en el agua cantand ??coax, coax!?; y nos las zamparemos. ?Qué bien vamos a pasarlo! -?Y después? -preguntaron los peque?os. -Después nos reuniremos todas las cigüe?as de estos contornos y comenzarán los ejercicios de oto?o. Hay que saber volar muy bien para entonces; la cosa tiene gran importancia, pues el que no sepa hacerlo como Dios manda, será muerto a picotazos por el general. Así que es cuestión de aplicaros, en cuanto la instrucción empiece. -Pero después nos van a ensartar, como decían los chiquillos. Escucha, ya vuelven a cantarlo. -?Es a mí a quien deben atender y no a ellos! –les rega?ól la madre cigüe?a-. Cuando se hayan terminado los grandes ejercicios de oto?o, emprenderemos el vuelo hacia tierras cálidas, lejos, muy lejos de aquí, cruzando valles y bosques. Iremos a Egipto, donde hay casas triangulares de piedra terminadas en punta, que se alzan hasta las nubes; se llaman pirámides, y son mucho más viejas de lo que una cigüe?a puede imaginar. También hay un río, que se sale del cauce y convierte todo el país en un cenagal. Entonces, bajaremos al fango y nos hartaremos de ranas. -?Ajá! -exclamaron los polluelos. -?Sí, es magnífico! En todo el día no hace uno sino comer; y mientras nos damos allí tan buena vida, en estas tierras no hay una sola hoja en los árboles, y hace tanto frío que hasta las nubes se hielan, se resquebrajan y caen al suelo en pedacitos blancos. Se refería a la nieve, pero no sabía explicarse mejor. -?Y también esos chiquillos malos se hielan y rompen a pedazos? -preguntaron los polluelos. -No, no llegan a romperse, pero poco les falta, y tienen que estarse quietos en el cuarto oscuro; ustedes, en cambio, volarán por aquellas tierras, donde crecen las flores y el sol lo inunda todo 相关资料 |